Alfredo Williner
(1886 - 1941)
Hijo primogénito de José María Williner.
Como era costumbre en la época, comenzó a compartir las tareas rurales con su padre, y ese fue el comienzo de la relación con la lechería que iba a durar toda su vida.
Además de ser un pionero en la actividad industrial, participó de movimientos comunitarios, tuvo una activa vida cívica y participó en la formación de distintas instituciones.
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Don Alfredo Williner fue el hijo primogénito de José María Williner, suizo de nacimiento y de Matilde Zurbriggen, hija de inmigrantes suizos que integraron la corriente colonizadora que llegó al centro-oeste santafesino a fines del siglo XIX. Nacido en Lehmann (Santa Fe) el 28 de diciembre de 1886, realizó sus estudios en la ciudad de Esperanza y al finalizarlos, en su condición de hijo mayor y como era costumbre en la época, comenzó a compartir las tareas rurales con su padre, quien poseía 14 tambos. Ese es el comienzo de la relación con la lechería que iba a durar toda su vida y a la cual dedicó todos sus anhelos. Comprendió en aquel entonces la importancia de contar con animales de buena clase para la producción de leche. Por este motivo se dedicó a mejorar la raza Shorthorn lechera. Esta especialización le deparó éxitos en numerosos certámenes rurales. En 1912 contrae matrimonio con Magdalena Rosa Armando, hija de inmigrantes italianos y de cuya unión nacieron 4 hijos: Hilda, Laura, Armando y Miguel. Producida su independencia económica, encara particularmente la explotación agropecuaria y como ya poseía una dilatada experiencia en el ramo lechero y había vislumbrado la potencialidad de la zona para esa actividad, instala en el año 1928 una cremería en Colonia Bella Italia (Santa Fe), origen de la actual empresa Sucesores de Alfredo Williner S.A. Son años difíciles para la actividad industrial y comercial ya que la crisis azota al país. Hay que convencer a los agricultores para que incorporen el tambo a sus explotaciones, alentar a los iniciados, hacer frente a la competencia de una monopólica empresa extranjera y colocar los productos en un mercado restringido. A pesar de todas las dificultades, una actitud singular alimentaba su fe en la industria lechera y le incitaba a continuar aún contra la adversidad. De una cremería en 1928 pasa a sumar, en poco tiempo, cuatro. En 1934 instala su propia fábrica de manteca a la que años más tarde agregaría la elaboración de yogur y dulce de leche. Toda aquella actividad, toda aquella fe en la industria lechera, puede apreciarse y evaluarse hoy con justicia. La zona de su trajinar como industrial pionero, es hoy la cuenca lechera más importante de Sudamérica. Sin embargo en él, no todo era actividad industrial. Comprende que vive inmerso en una zona a la que no puede dejar de lado si quiere avanzar. La región debe progresar para que pueda progresar él. Participa de movimientos comunitarios que se cristalizan en la fundación de la Sociedad Anónima de Hacendados de Rafaela, firma consignataria de hacienda. La misma intención de progreso lo lleva a participar de la fundación de la Cooperativa de Hacendados de Hersilia, lugar donde su padre poseía propiedades. Cuando Rafaela se conmovió por el problema eléctrico, se enroló en las filas de los que lucharon para tener una usina propia. Fue así que integró el directorio de la Compañía de Electricidad de Rafaela, que fuera luego la Usina Eléctrica Municipal. Participó, además, en la vida cívica siendo elegido en una oportunidad concejal suplente del Concejo Municipal de Rafaela. Desde junio de 1918 hasta enero de 1920 actúa como presidente de la Comuna de Bella Italia. Formó parte, en varias ocasiones, de la Comisión Directiva de la Sociedad Suiza de Socorros Mutuos "La Unión", entidad creada para agrupar a los inmigrantes y descendientes de esa nacionalidad. La muerte lo sorprende a la temprana edad de 54 años, el día 14 de marzo de 1941, dejando una industria en marcha como símbolo de la fe que supo depositar en la actividad lechera. Sus sucesores continúan desarrollando la obra emprendida acrecentando la empresa iniciada por él, a un nivel de gran importancia en la lechería argentina y en el exterior. Don Alfredo Williner es un claro ejemplo de lo que puede lograr la voluntad puesta al servicio del progreso de una actividad que podría servir para adelantar una zona del país, diversificando y calificando a su producción.